
Curating Discomfort, o Curando el Malestar, es un proyecto expositivo y de investigación organizado por el Museo Hunterian de la Universidad de Glasgow, para intervenir su colección e integrar el reconocimiento de la inequidad racial y cultural en la muestra permanente del Museo. Esta iniciativa fue motivada—de alguna manera— por el llamado Reporte Macpherson, de 1999, una investigación histórica en el Reino Unido sobre el asesinato del adolescente negro Stephen Lawrence en 1993. La investigación se centró en el racismo sistémico dentro del cuerpo de policía y en cuestiones sociales más amplias de discriminación racial en el país. Las conclusiones del informe motivaron a muchas instituciones británicas a realizar reformas en sus mandatos, en particular sobre la consciencia racial de sus integrantes y la responsabilidad pública sobre los efectos sistémicos del racismo y la opresión.
The Macphearson Report, 22 Years On:
https://publications.parliament.uk/pa/cm5802/cmselect/cmhaff/139/13903.htm
Reporte Original
https://assets.publishing.service.gov.uk/media/5a7c2af540f0b645ba3c7202/4262.pdf
Una de las conclusiones del equipo del Hunterian fue que tener conversaciones sobre la responsabilidad histórica en la reparación genera malestar o incomodidad en la población blanca, históricamente benficiaria de la opresión sistémica; esto lleva a que la discusión sea evitada o esquivada en los contextos demográficamente o políticamente dominados por dicha población. Por ello, el término se vuelve fundamental en la construcción de un discurso de revisión histórica para el equipo del museo. Sobre esto, Zandra Yeaman, la curadora de la exposición, comenta:
La incomodidad es necesaria para un cambio genuino. Abordar el legado [de opresión] no consiste únicamente en debatir qué hacemos con las estatuas que honran a las personas que perpetuaron una ideología racista, ni en redecorar las estructuras construidas con los beneficios del comercio transatlántico y del imperio. (…) Abordar el legado es desmantelar el racismo estructural (e institucional) que se perpetúa hoy en día y transformar los relatos cómodos para incluir la verdad incómoda, sin rodeos.
(Zeaman, S. Curating Discomfort Blog, 2021. Traducción: David Ayala-Alfonso)
La pregunta sobre la reparación ya tiene bastantes años en la conversación pública internacional. Sin embargo, las luchas por la justicia epistémica desde el sur global insisten en que los problemas de la inequidad no pueden ser resueltos desde la misma aproximación epistémica monolítica que los creó; es decir, desde el canon positivista-moderno-occidental, que abrió las bases para los diferentes procesos de dominio, explotación y violencia.
El problema de la incomodidad blanca (y de las diferentes blanquitudes) es un tema que me interesa explorar, porque considero que no se le da la importancia crucial que tiene en estas discusiones. Durante mis años de estudio y trabajo con comunidades artísticas y académicas en Europa y Estados Unidos he descubierto, de forma paulatina, la presencia de dicha condición. Es común que, cuando se tratan ciertos temas difíciles, como la violencia sistémica y la explotación racial, la respuesta de estas comunidades sea expresar su malestar de diferentes maneras: algunas veces como una censura suave, disfrazada de intenciones de mantener una línea de conversación o de suscribirse a una duración determinada; otras, con sutiles gestos del cuerpo, que varían entre la indiferencia y el rechazo; finalmente, se da por medios indirectos, como cancelaciones de eventos con otros motivos, o por medio de informaciones de terceros. Sin embargo, el síntoma más repetido de este malestar es el silencio. El problema es que, desde el silencio, imposible continuar una conversación. Por ello, encuentro loable la intención de poner el malestar al centro de la discusión, aunque con un escepticismo productivo, que permita revisar de forma crítica estos esfuerzos.
Voy a centrar mi análisis en el diseño de la exposición y la didáctica museal, para reflexionar sobre las posibilidades de realizar o no, desde estas tecnologías expositivas, transformaciones significativas en la manera en que esta colección es percibida por el público.
La exposición está instalada en la sala central del Hunterian, donde se pueden ver artefactos que pertenecen a colecciones que llamaríamos antropológicas, de historia y de historia natural: podemos ver, entonces, huesos de animales prehistóricos al lado de momias y de monedas utilizadas como parte de los sistemas de comercio coloniales utilizados por el Imperio Británico en el s. XVII. La intervención fue realizada por Yeaman y un grupo de “curadores comunitarios” invitados (Arunima Bhattacharya, Yvonne Blake, Nelson Cummins, Esraa Husain, Churnjeet Mahn, Mary Osei-Oppong) y está enfocada tanto en revisar la narrativa curatorial como en la forma en que se presentan los objetos de la muestra.

Por ejemplo, una moneda de oro acuñada 1663 es presentada, no sólo con los detalles de su procedencia, sino con una didáctica que explica el entramado ideológico contenido en el diseño de la moneda: el perfil de Carlos II de Escocia, representado en la moneda con una corona de laurel, es explicado como una alegoría de la victoria; un texto explica la inscripción en latín que rodea el perfil del rey como un intento de producir legitimidad y herencia. La tercera explicación de la moneda se refiere al pequeño elefante que se encuentra debajo del perfil; se trata de un elefante africano, que la didáctica señala como un símbolo del origen del oro con el que la moneda fue acuñada. El texto que acompaña la imagen didáctica de la moneda —llamada Guinea (por su origen)— explica cómo la Compañía Real Africana se benificiaba del comercio de esclavos africanos y cómo la moneda no es sólo parte de esos circuitos de comercio, sino que sirve como un índice que nos dirige a la estructura de explotación imperial. El texto didáctico está firmado por Nelson, parte del equipo de curadores comunitarios, como una forma de hacer aún más presente la idea de que lo que es mostrado en la exposición no es una verdad absoluta, sino una construcción narrativa realizada por diferentes autores.
El caso de la Guineaes importante porque permite al público un contacto con una historia más amplia del objeto patrimonial, donde se cuestiona la forma en que un sistema de explotación comercial, política, militar, y sobre todo, humana, es puesto en marcha a favor del enriquecimiento imperial. Sin embargo, este esfuerzo tiene un alcance limitado. Por un lado, la museografía de la moneda nunca pone sobre la mesa la historia de adquisición del objeto patrimonial por parte del Museo Hunterian, ni la forma en la que el museo se relaciona con estas operaciones ideológicas a futuro; es decir, cómo estas lecturas afectan o no la forma en que la institución entiende su patrimonio. Por otro lado, el esfuerzo realizado con la Guinea no es replicado de manera sistemática en el resto de la exposición, la cual continua mezclando vitrinas de objetos producidos por culturas originarias de territorios ocupados con especímenes animales disecados, restos humanos, y antiguos especímenes científicos.
La Guinea hace parte además de una sección particular de la museografía: se encuentra, de manera vistosa, junto al título de la exposición, el texto curatorial, un video del proceso de Curando el Malestar, y un pizarrón didáctico lleno de diagramas e ilustraciones que explican diferentes aspectos culturales, psicológicos, sociales e históricos de la matriz de dominación colonial. El display de dicha área esta enfatizado además, con bordes y fondos de colores vistosos, como rojo y amarillo, a la usanza de una exposición de contenido más didáctico, como las que se encuentran, por ejemplo, en un museo de ciencia. Esta sección, en diálogo con el resto de la muestra, plantea una serie de preguntas sobre el significado de la muestra en un contexto de descolonización efectiva (y no estética) de la colección del Hunterian. Si se conocen estos recursos de lectura del objeto patrimonial y se emplean a fondo, a la vez que se comprende y explota el lenguaje de la comunicación contemporánea (como sucede en el video y el pizarrón), ¿por qué este esfuerzo se limita a una pequeña sección? Es paradójico encontrar estas operaciones visuales al lado de centenares de objetos patrimoniales y de colección organizados a la usanza de los museos enciclopédicos, que presentan a especies, objetos y expresiones humanas como simples sujetos de estudio y cuya complejidad ha sido desmantelada por las operaciones de saneamiento museográficas que la misma iniciativa de Curar el Malestar tiene la intención de combatir.
Al reflexionar sobre esta iniciativa, me surgen preguntas importantes sobre la postura de la institución frente a un proceso de transformación que pueda acercarla a marcos de justicia epistémica, cultural y económica. ¿En qué medida son esfuerzos como éste una escenificación de una práctica de(s)colonial? Esta pregunta entra en discusión directa con las palabras de Yeaman sobre la incomodidad y la necesidad de no dar rodeos en cuanto a la verdad se refiere. Si bien hoy en día es común encontrar la palabra de(s)colonización en incontables iniciativas artísticas y museales, iniciativas como ésta hacen manifiestas preocupantes realidades críticas. La transformación de las instituciones museales en entidades operadas bajo principios de justicia social, que puedan ofrecer alivio a las omnipresentes culturas de opresión simbólica, política y económica de los museos occidentales, no sucederá sin habitar, de forma valiente y definitiva, el malestar; esta idea implica poner en riesgo la estabilidad material, ideológica y organizacional, para dar paso a la imaginación de nuevas formas de institucionalidad. Adicionalmente, Curando el Malestar pone en evidencia la urgente necesidad de incorporar a la gestión y conceptualización de estas iniciativas, herramientas epistémicas amplias que garanticen una lectura plural y eviten la asimilación de vocabularios de(s)coloniales a repertorios conceptuales e ideológicos establecidos.
En el video que el Museo Hunterian publicó sobre el proceso de intervención de la colección, es posible ver a los curadores invitados hablar sobre su experiencia realizando la intervención. La mayoría de su discurso gira alrededor de sus sensaciones al hacer parte del proyecto. Algunos de ellos se preguntaban si tenían la capacidad de ofrecer algo a la propuesta curatorial, mientras que otros hablaban del optimismo que les produjo saber que sus acciones podrían tener un potencial impacto en una comunidad amplia. Luego, miembros del equipo del Hunterian discuten la experiencia de abrir sus procesos de trabajo a miembros de diferentes comunidades y la necesidad de desarrollar herramientas de escucha para incorporar elementos de transformación a sus dinámicas de trabajo. El esfuerzo de incluir actores de diferentes espacios sociales (no exclusivamente disciplinares o académicos); sin embargo, la discrepancia entre este proceso y los resultados sobre el display museográfico revelan la inmadurez de estos procesos. Si bien el discurso de(s)colonial ya entró en los vocabularios institucionales europeos, no existe un desarrollo importante de herramientas que permitan realizar operaciones sustanciales sobre la superficie del display. De esta manera, Curando el Malestar demanda el desarrollo de herramientas conceptuales, visuales, espaciales y técnicas que permitan imaginar posibilidades más allá de las convenciones institucionales en cuanto a producción museográfica se refiere.